Una vez viví como un personaje de una novela. Viví con un hombre que, ante su incapacidad, decía fingir ante sí mismo amor por mí. Me di cuenta de ello mientras vivía con él; mientras crecía con él. Me enamoré de él y de nuestra vida. Mi madre la viajera me enseñó de los paréntesis y las incógnitas. Mi padre que pinta me enseñó a crear. Vivo entre niños y jugamos de noche. Nos convertimos en otros y hacemos un cambio de papeles; nadie mejor que nosotros para saber que somos hermanos. Vivo con una mujer bruja que se anticipa al futuro y logra que me prevenga. Vivo con otro que es el hombre en la luna; que en verdad habita ahí y me hace creer en lo imposible. Vivo con uno más; el que hace que crea también en lo posible y lo cotidiano, como si fuera algo imposible.
La verdad de la novela: la vida es una historia a la mitad que, la parte que me da, deja que la escriba como yo quiera: almas gemelas, ángeles que van y vienen, pasiones, colores, sensaciones, olores, canciones, vidas en paralelo; amores, vuelo; amanecer, lunas, luces, lágrimas, playas y demonios; literatos, músicos, actores, brujos y brujas. Así la vida vista desde hoy.