Friday, October 28, 2005

Lo cotidiano se vuelve plástico



Una vez viví como un personaje de una novela. Viví con un hombre que, ante su incapacidad, decía fingir ante sí mismo amor por mí. Me di cuenta de ello mientras vivía con él; mientras crecía con él. Me enamoré de él y de nuestra vida. Mi madre la viajera me enseñó de los paréntesis y las incógnitas. Mi padre que pinta me enseñó a crear. Vivo entre niños y jugamos de noche. Nos convertimos en otros y hacemos un cambio de papeles; nadie mejor que nosotros para saber que somos hermanos. Vivo con una mujer bruja que se anticipa al futuro y logra que me prevenga. Vivo con otro que es el hombre en la luna; que en verdad habita ahí y me hace creer en lo imposible. Vivo con uno más; el que hace que crea también en lo posible y lo cotidiano, como si fuera algo imposible.
La verdad de la novela: la vida es una historia a la mitad que, la parte que me da, deja que la escriba como yo quiera: almas gemelas, ángeles que van y vienen, pasiones, colores, sensaciones, olores, canciones, vidas en paralelo; amores, vuelo; amanecer, lunas, luces, lágrimas, playas y demonios; literatos, músicos, actores, brujos y brujas. Así la vida vista desde hoy.

PLASTICO

“Ebria de tantas maravillas, florece fuera de estación”.

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Fascinación por lo plástico.

Me gustan las burbujas, me gusta su ligereza, lo hermosas que se ven al elevarse al cielo en un día nublado y estallar a mitad de la calle. Fumar y fumar; sentir con el interior de mi cuerpo algo que con las manos no puede tocarse. Lo que se ve y no se toca, lo que a penas se percibe. Es sugerente. Me gusta el café, me gusta su sabor amargo y el calor que ofrece a los labios y a la garganta en una mañana después de no haber dormido.
Esa lucidez y claridad con que todo se ve cuando no se duerme, cuando se tiene insomnio. Me gusta la ternura cuando hace frío. Las Lolitas, el mal gusto. Me gusta el blanco tan blanco que cuando se posa en la piel, la vuelve de papel; vuelve a los hombres ángeles y cuando ellos te tocan, da frío. Me gustan los labios rojos sobre este blanco papel, como una manchita de sangre, hinchados, que te incitan. Me gustan las manos largas, las manos frías; ésas que espantan cuando acarician. Los perfumes, los gatos; me gusta que sean violentos y, a la vez, muy finos. Me gusta la calidez que desprende un guiño, una mirada y una risa estridente. Música e historias, letras y cigarrillos. Todo esto me fascina y mucho más.